miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA JUSTICIA


Cualquier sociedad debe constituirse en torno a unos principios que han de ser aceptados por todos sus componentes que también aceptan los castigos que se derivan de su incumplimiento. Estos principios han de ser públicamente reconocidos y se pueden dividir en dos grupos:

·         Principios relativos a las personas, y

·         Principios relativos al grupo.

En Europa y en los lugares donde los europeos han impuesto su cultura (como América o Australia) los principios relativos a las personas se basan en las tradiciones judeo-cristianas y los relativos al grupo en la obra de Juan Jacobo Rousseau titulada "El contrato social".

 

TRADICIONES JUDEO-CRISTIANAS

 

La primera y principal fuente que define el correcto comportamiento de las personas está en la Biblia (Éxodo 34:28) y se conoce como Los Diez Mandamientos:

1.       Seis días trabajarás y harás toda tu obra mas el séptimo día es reposo para tu Dios, no hagas en él obra alguna. (Santificarás las fiestas).

2.       Honra a tu padre y a tu madre.

3.       No matarás.

4.       No cometerás adulterio.

5.       No robarás.

6.       No darás falso testimonio contra tu prójimo.

7.       No desearás la casa de tu prójimo.

8.       No desearás nada que sea de tu prójimo.

Los otro dos Mandamientos se refieren, como es conocido, a la adoración a Dios y a no tomar su nombre en vano, y serían los dos primeros.

 

También en la Biblia, en este caso en el Libro de la Sabiduría 8:7, encontramos las virtudes que deben poseer las personas:

¿Amas la Justicia?

El fruto de sus esfuerzos son las virtudes,

Porque ella enseña la templanza y la prudencia,

La justicia y la fortaleza,

Y nada es más útil que esto para los hombres en la vida.

Estos principios fueron posteriormente adaptados por el cristianismo y reconocidos como las Virtudes Capitales.

Ya en las enseñanzas puramente cristianas han tenido importancia capital en nuestra cultura Las Bienaventuranzas:

·         Bienaventurados los pobres de espíritu.

·         Bienaventurados los mansos.

·         Bienaventurados los que lloran.

·         Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.

·         Bienaventurados los misericordiosos.

·         Bienaventurados los limpios de corazón.

·         Bienaventurados los que trabajan por la paz.

·         Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia.

·         Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

Ya constituida la Iglesia Católica nos avisa de los comportamientos indignos en Los Pecados Capitales:

·         Lujuria,

·         Gula,

·         Avaricia,

·         Pereza,

·         Ira,

·         Soberbia.

 

EL CONTRATO SOCIAL

 

Por otra parte, en 1762 Rousseau completa estos principios añadiendo las ideas siguientes:

La más antigua de todas las sociedades, y la única natural, es la de la familia; sin embargo, los hijos no permanecen ligados al padre más que durante el tiempo que tienen necesidad de él para su conservación. Tan pronto como esta necesidad cesa, los lazos naturales quedan disueltos. Los hijos exentos de la obediencia que debían al padre y éste relevado de los cuidados que debía a aquéllos, uno y otro entran a gozar de igual independencia. Si continúan unidos, no es ya forzosa y naturalmente, sino voluntariamente; y la familia misma no subsiste más que por convención. Esta libertad común es consecuencia de la naturaleza humana. Su principal ley es velar por su propia conservación, sus primeros cuidados son los que se debe a su persona. Llegado a la edad de la razón, siendo el único juez de los medios adecuados para conservarse, conviértese por consecuencia en dueño de sí mismo. La familia es pues, si se quiere, el primer modelo de las sociedades políticas: el jefe es la imagen del padre, el pueblo la de los hijos, y todos, habiendo nacido iguales y libres, no enajenan su libertad sino en cambio de su utilidad. Toda la diferencia consiste en que, en la familia, el amor paternal recompensa al padre de los cuidados que prodiga a sus hijos, en tanto que, en el Estado, es el placer del mando el que suple o sustituye este amor que el jefe no siente por sus gobernados.


El más fuerte no lo es jamás bastante para ser siempre el amo o señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber. De allí el derecho del más fuerte, tomado irónicamente en apariencia y realmente establecido en principio.


Si es preciso obedecer por fuerza, no es necesario obedecer por deber, y si la fuerza desaparece, la obligación no existe.


Puesto que ningún hombre tiene por naturaleza autoridad sobre su semejante, y puesto que la fuerza no constituye derecho alguno, quedan sólo las convenciones como base de toda autoridad legítima sobre los hombres.


Sería, pues, necesario para que un gobierno arbitrario fuese legítimo, que a cada generación el pueblo fuese dueño de admitir o rechazar sus sistemas, y en caso semejante la arbitrariedad dejaría de existir.


Que hombres dispersos estén sucesivamente sojuzgados a uno solo, cualquiera que sea el número, yo sólo veo en esa colectividad un señor y esclavos, jamás un pueblo y su jefe: representarán, si se quiere, una agrupación, mas no una asociación, porque no hay ni bien público ni cuerpo político.


Si se descarta, pues, del pacto social lo que no es de esencia, encontraremos que queda reducido a los términos siguientes: "Cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro considerado como parte indivisible del todo."


A fin de que este pacto social no sea, pues, una vana fórmula, él encierra tácitamente el compromiso, que por sí solo puede dar fuerza a los otros, de que, cualquiera que rehúse obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo.


La transición del estado natural al estado civil produce en el hombre un cambio muy notable, sustituyendo en su conducta la justicia al instinto y dando a sus acciones la moralidad de que antes carecían. Es entonces cuando, sucediendo la voz del deber a la impulsión física, y el derecho al apetito, el hombre, que antes no había considerado ni tenido en cuenta más que su persona, se ve obligado a obrar basado en distintos principios, consultando a la razón antes de prestar oído a sus inclinaciones.


La primera y más importante consecuencia de los principios establecidos, es la de que la voluntad general puede únicamente dirigir las fuerzas del Estado de acuerdo con los fines de su institución, que es el bien común; pues si la oposición de los intereses particulares ha hecho necesario el establecimiento de sociedades, la conformidad de esos mismos intereses es lo que ha hecho posible su existencia. Lo que hay de común en esos intereses es lo que constituye el vínculo social, porque si no hubiera un punto en el que todos concordasen, ninguna sociedad podría existir. Afirmo, pues, que no siendo la soberanía sino ejercicio de la voluntad general, jamás deberá enajenarse, y que el soberano, que no es más que un ser colectivo, no puede ser representado sino por él mismo: el poder se transmite, pero no la voluntad.


Las leyes no son propiamente sino las condiciones de la asociación civil. El pueblo sumiso a las leyes, debe ser su autor; corresponde únicamente a los que se asocian arreglar las condiciones de la sociedad.

 

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Todo lo anterior viene a ser considerado como "DERECHO POSITIVO" ya que trata de exponer la conducta positiva que han de mantener los ciudadanos de un Estado que se rija bajo estos principios, en oposición al "DERECHO REPRESIVO" que establece los castigos para quienes incumplan estas normas y el "DERECHO ADMINISTRATIVO" que recoge los Reglamentos que regulan la función pública.

Estas primeras nociones han sido puestas en duda a partir del siglo XIX a partir de las obras de Friedrich Nietzsche que quedan bien reflejadas en el encuentro entre Napoleón y Laplace sobre el Tratado de la mecánica celeste que había escrito este último que, a la pregunta sobre la ausencia de Dios en su obra, respondió: "Sire, nunca he necesitado esa hipótesis". El avance científico conllevó que los principios morales fueran progresivamente abandonados en beneficio del interés puramente económico debido a su estrecha relación con las Iglesias Cristianas, sin haber podido ser sustituidos por otros, por lo que las Leyes que se siguen dictando siguen tratando de seguirlos de forma genérica.

En resumen el vigente DERECHO POSITIVO se resumen en lo siguiente:

CARACTERISTICAS INDIVIDUALES

 

1.       Libertad individual subordinada al bien común.

2.       Respeto a la vida y la propiedad de las personas.

3.       Ser honestos.

4.       Respeto a los padres (y, por extensión, a los mayores).

5.       Ser prudentes.

6.       Ser justos.

7.       No ceder a las pasiones.

8.       Ser fuertes de espíritu.

9.       Practicar la misericordia (o caridad).

10.   Ser diligentes en las obligaciones.

11.   Descansar un día a la semana.

12.   No ser avariciosos.

13.   No recurrir a la violencia.

CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD

 

1.       Los ciudadanos deben tener unos intereses comunes que representan el vínculo social

2.       La voluntad individual queda supeditada a la voluntad general.

3.       Los ciudadanos deben estar de acuerdo en la forma de Gobierno

4.       No debe estar gobernada por la fuerza, sino por el Derecho.

5.       El Gobierno debe ser periódicamente elegido por los ciudadanos.

6.       Los ciudadanos deben percibir que obtienen un beneficio a cambio de la pérdida de su libertad individual

7.       Es obligación del Gobierno velar por el bien común.

8.       Para que el pueblo se considere obligado a cumplir las leyes debe participar en su creación, especialmente las que atañen al diseño de la Sociedad.

 

Aunque la primera redacción de los valores morales sobre los que se asienta nuestra sociedad proviene de los "Diez Mandamientos" y se atribuye a Moisés que falleció supuestamente en torno a 1272 A.C. lo cierto es que no se puede asegurar dicha antigüedad. La fecha más antigua que se puede confirmar es en torno a 400 A.C. ya que Platón asegura en dicha fecha que Sócrates conocía de memoria las fábulas de Esopo. Éstas han llegado a nuestros días bajo la recopilación llevada a cabo por La Fontaine en 1668 o Samaniego en 1781.
Son las fábulas una colección de composiciones literarias que intentas transmitir una moraleja de carácter instructivo. Por medio de las mismas se transmitía de generación en generación las virtudes que debían adornar a los hombres. Son sobradamente conocidas las de "La cigarra y la hormiga", donde se hace hincapié en la virtud del ahorro y "El zagal y las ovejas" donde se advierte de los peligros de mentir. A modo de ejemplo, reproducimos una de las más cortas, en la redacción de Samaniego, donde se alerta del peligro de dejarse dominar por las pasiones:

LAS MOSCAS

A un panal de rica miel

Dos mil moscas acudieron,

Que por golosas murieron,

Presas de patas en él.

Otra dentro de un pastel

Enterró su golosina.

Así si bien se examina

Los humanos corazones

Perecen en las prisiones

Del vicio que los domina.

 

En épocas recientes se presupone que todo el mundo asume estos principios y se escriben libros donde se critica a aquellos que los ignoran. Tenemos ejemplos en el Arcipreste de Talavera (El Corbacho), Moliere (El avaro), Shakespeare (El mercader de Venecia) o Fernando de Rojas (La Celestina). Pero, sin duda, quien ha tratado con más profundidad la definición de gran parte de los valores morales individuales ha sido Baltasar Gracián en su obra "El Arte de la Prudencia", escrita en 1647. De ella entresacamos las siguientes sentencias:

·         Debes tener inteligencia y conocimiento. Las dos cualidades para hacerte admirable.

·         Sabiduría y valor juntos te dan grandeza. Porque ambos son inmortales, dan eternidad a quien los tiene.

·         Busca alcanzar la excelencia. No naces hecho, sino que vas perfeccionándote diariamente, en tu vida personal, en tu trabajo, hasta llegar al punto del consumado ser, habiendo adquirido las prendas de sabiduría que te hacen superior.

·         Es bueno que seas hombre desapasionado. Controlar el estado de ánimo es tu prenda mayor como persona.

·         El deseo de reputación debe nacer de la virtud. La fama siempre ha sido hermana de la grandeza.

·         Trata con quien puedas aprender.

·         Convierte siempre el trato amigable con gente que sean escuela de erudición, y cuya conversación sea enseñanza culta.

·         Refina lo que te dio la naturaleza. No hay belleza que no haya sido trabajada, ni virtud que no luzca bárbara sin el brillo de la elaboración. Lo que se pule mejora lo malo y perfecciona lo bueno.

·         La dura realidad, endúlzala con buenas formas. No basta la sustancia, hay que ver la circunstancia. Si no tienes un buen modo de hacer o decir las cosas, todo se te dañará, aun cuando tengas razón y justicia en tus propósitos.

·         Combina el saber con la correcta intención. Juntos aseguran productivos aciertos.

·         Combina siempre sabiduría y esfuerzo. No hay grandeza sin el juego de ambas, pero no tengas ninguna en exceso.

·         Practica el arte de ser dichoso. Reglas hay para conseguir la ventura, y acaso sólo puedan aplicarlas los sabios. Pero al que no lo es, puede ayudarlo el esfuerzo.

·         Evita perder tu reputación. Este es el riesgo de las virtudes. Pocos viven sin algún defecto moral de su naturaleza, y por ello se desesperan, y sin embargo, pueden curarlo con facilidad, si le buscan el lado bueno que siempre tiene.

·         No te dejes dominar por tu imaginación. Tu imaginación se te vuelve una tirana si en vez de conformarse con la fantasía interior, quiere obrar en el sentido que se le ocurre. Entonces puede hacerte la vida fácil o difícil, según el tipo de necedad en que ella se apasione, haciéndote demasiado deprimido o demasiado satisfecho de ti mismo.
·         Aprende a ser buen entendedor. Arte entre las artes fue hace un tiempo el saber razonar. Ya no basta: es menester que sepas usar la intuición, y más cuando quieres librarte de engaños. No llegará a ser un entendido el que no sea intuitivo.
·         Valora más la calidad que la cantidad. No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad.
·         Nunca caigas en lo vulgar. No te dejes llevar por el gusto. Gran sabio es el que se cuida de preferir lo que prefieren los muchos. Demasiados aplausos de la gente no satisfacen al hombre cuidadoso.
·         Sé hombre de entereza. Trata de estar siempre de parte de lo razonable, con firmeza de propósito, y que ni la pasión baja ni la violencia tirana te obliguen jamás a pasar la raya de la razón.
·         Por ganar fama, no te hagas objeto de burlas.
·         Vive siempre en disposición de dar a los demás.
·         Debes saber abstenerte. Si es gran virtud de la vida saber negarse a los demás, mayor tesoro será saber negarse a sí mismo, tanto en asuntos personales como de negocios. Hay aficiones viciosas que son como polillas que corroen tu precioso tiempo. Ocuparte de lo pernicioso es peor que no hacer nada.
·         Descubre tu principal virtud. Has de saber en qué profesión eres más capaz, y cultivar eso, y usarlo para ayudar a los demás. Cualquiera puede conseguir la prestancia en algo, si descubre que esa es su vocación.
·         Pondera bien las cosas. Y más lo que importa más. Por no hacerse clara idea de las cosas ni pensarlas, se pierden todos los necios.
·         Con bondad y sabiduría, gánate el amor de la gente. Conseguir la admiración del común de la gente, ya es lograr mucho. Pero para alcanzar que te amen, hay que tener una chispa especial hacia el bien, y la sabiduría necesaria para cultivarla.
·         Nunca exageres. Gran logro del hombre cuidadoso es no hablar con superlativos y grandilocuencias, pues se expone ya a faltar a la verdad, ya a deslucir la cordura.
·         Evita la antipatía sin motivos. Solemos aborrecer a algunas personas sin conocer todavía sus virtudes y defectos. Muy mal es que algunos varones inteligentes posean esta vulgar aversión. Que tu cordura logre corregirla, pues aborrecer a los mejores te producirá desprestigio.
·         Sé juicioso y observador. Así dominarás las situaciones, en vez de que ellas te dominen a ti.
·         Nunca te faltes el respeto. Ni pelees contigo mismo a solas.
·         Nunca pierdas la calma. Uno de los dones de la cordura es nunca descomponerte ni perder la calma.
·         Aprende a ser diligente e inteligente. El hombre inteligente ejecuta con rapidez lo que pensó con calma.
·         El hombre ha de saber esperar. Al corazón lo ensancha el sufrimiento. Pero nunca debes apresurarte ni apasionarte.
·         Si no tienes la vocación, busca la experiencia para tus decisiones.
·         En lo que te dediques, busca ser el mejor. Una especialísima cualidad entre todas las virtudes posibles.
·         Aprende a librarte de los pesares. Ahorrarse disgustos es propio de gente sensata. La prudencia evita muchos, y es origen de la felicidad y el contento. Las malas nuevas, trata de no darlas ni recibirlas: ciérrales la puerta, si no vienen con su remedio.
·         Cultiva el gusto por lo relevante. Es resultado de la cultura y la inteligencia. Con él aprendes a dominar el apetito de desear, y después el deleite de poseer.
·         Lo importante es que las cosas te salgan bien. Algunos ponen más atención a la forma hacer las cosas que a lograr lo que se busca. Pero más reconocimiento gana el conseguir lo perseguido que la forma en que se hizo.
·         Ayuda dando tus conocimientos. Es de más importancia enseñarle a otro lo que no sabe que recordarle lo que sabe. Unas veces has de recordarle cosas y en otras enseñarle.
·         No te dejes llevar por el mal humor.
·         No varíes frecuentemente de opinión. El hombre cuidadoso mantiene a la perfección sus mismos juicios, y por eso gana el crédito de sabio. Si algún cambio tiene es basado en sólidas causas y grandes méritos.
·         Apúrate por llegar a la meta, más que por competir. Trabaja por tu propio éxito, más que imitar el ajeno.
·         Nunca llegues al extremo, ni en el mal ni en el bien. "Moderación en todo" dijo un sabio para resumir la sabiduría toda.
·         Luce siempre tu cultura y pulcritud. Nace bárbaro el hombre, pero cultivándose se eleva sobre la bestia. La cultura te hace mejor persona.
·         Da el buen trato en abundancia. Y procura hacerlo con un alto espíritu.
·         Conócete a ti mismo. No podrás nunca dominarte si no te comprendes a ti mismo, en inteligencia y saber, en órdenes y amores.
·         El secreto de vivir mucho es vivir para el bien. Dos cosas acaban pronto con tu vida: la necedad y la ruindad. Unos fracasaron por no saber controlarlas y otros por no querer tenerlas. Así como la virtud es de por sí un premio, el vicio es en sí mismo un castigo. Quien pronto entra en el vicio, muy pronto lo acaba el vicio, y quien desde joven entra en la virtud tendrá una larga vida.
·         Es fundamental pensar todo bien. Todo, todo. Es la primera y más alta regla que debe regir tus palabras y acciones, y pensarlo más mientras más alto sea el cargo que ocupes.
·         Debes atesorar un universo de virtudes. Un hombre con todas las virtudes, vale por muchos.
·         Elije el empleo que más se ajuste a tu vocación. Muchos son los roles a jugar en la sociedad. Los hay que exigen gran conocimiento y habilidad. Unos requieren valentía, otros, suavidad de carácter.
·         Cuando tengas fortuna, prepárate para cuando no la tengas. Aprovecha el cálido verano y prepárate a recibir el duro invierno.
·         Debes saber convivir con quienes te rodean. También con los que te muestran odio. Hay que lograr un entendimiento con los que estamos obligados a convivir.
·         Evita presumir tus méritos. Quien sabe que tiene virtudes no necesita de artificios para mostrarlas.
·         Tan importante es que seas virtuoso como que lo parezcas. Las cosas no se recuerdan por lo que son sino por lo que parecen. Ser virtuoso y saber mostrarlo es ser dos veces virtuoso.
·         No tengas espíritu de contradicción. No lo tengas porque es propio de necios y rabiosos, y la gente sensata siempre estará contra ti. Aunque seas inteligente, al ser permanente contradictor, lo dificultas todo, y no escapas de ser impertinente, aun siendo entendido.
·         Pelea, si es necesario, pero en buena lid y con ética.
·         Que no te atrape el vicio de ser presumido.
·         Sé feliz con lo que te ha dado la vida. Cada uno posee su fortuna. Los tontos poseen con frecuencia la de una larga vida. No hay afán sin consuelo. Los necios tienen en ocasiones el de ser dichosos.
·         Conoce en qué oficio eres estrella, y descubrirás tu estrella. No hay nadie tan poco dotado que no tenga una vocación especial; y si es poco dotado es por no conocerla.
·         Esfuérzate por tener algo a qué aspirar.
·         Es bueno que seas correcto en palabras y obras. Siempre debes hablar a favor del bien y a actuar con honradez.
·         No quieras lo que todos quieren y sé feliz con lo que tienes. Si eres así eres dueño de una muy especial sensatez.
·         Actúa por reflexión y no por obstinación. Toda obsesión produce fricción, y es hija de la pasión, que nunca ha sido buena guía.
·         No tengas la mala voz del difamador. No te ganes la fama de ser un contrafama, que ataca al que es notable. No te hagas conocer a costa de dañar la fama ajena.
·         Primero haz tu trabajo, y después descansa, y no al contrario.
·         Sé siempre hombre respetuoso de la ley.
·         No seas entrometido y no serás ofendido.
·         Haz que se reconozca el peso de tu intachable conducta. Se nota en tu rostro, pero más en tu conducta. El peso hace precioso al oro, y la moral, preciosa a la persona. De todas las virtudes del hombre, ésta es la que causa mayor veneración. La conducta correcta del hombre es el espejo de su alma. El hombre maduro se caracteriza por una sosegada actitud que inspira respeto y autoridad, algo muy distinto al necio que endurece el rostro para fingir seriedad.
La obra de Baltasar Gracián consta de 300 principios y está diseñada como un manual para los futuros dirigentes de la sociedad, por lo que ha sido adaptada y aplicada por distintas escuelas de negocios, lo que no impide que entre sus enseñanzas se encuentren las obligaciones que, supuestamente, debe cumplir un ciudadano.
Actualmente el Derecho Positivo se encuentra recogido en la Constitución (en nuestro caso la española de 1978) en la que se recogen de forma vaga y, a veces, con diferentes posibles interpretaciones los derechos y obligaciones de los ciudadanos. Sigue, lógicamente, las líneas marcadas por las enseñanzas y la experiencia del pasado y los engloba por orden de preferencia en los siguientes títulos:
1.       De los derechos y deberes fundamentales.
2.       De la Corona
3.       De las Cortes Generales.
4.       Del Gobierno y de la Administración.
5.       De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales.
6.       Del Poder Judicial.
7.       Economía y Hacienda.
8.       De la Organización Territorial del Estado.
9.       Del Tribunal Constitucional, y
10.   De la reforma constitucional.
Teniendo en cuenta el Título Preliminar y las disposiciones adicionales, transitorias, derogatoria y final ocupa 60 páginas. El título referente a los ciudadanos (de los derechos y deberes fundamentales) contempla la dignidad de la persona y sus derechos conforme a la Declaración Universal de Derechos Humanos, la obtención y pérdida de la nacionalidad y viene a reproducir alguno de los puntos de la citada Declaración Universal. En estas 12 páginas se condensa todo el Derecho Positivo del Estado Español. El resto de las Leyes (Decretos, Decretos-Ley, Leyes, Códigos, Reglamentos y demás disposiciones Administrativas) se limitan a ordenar las relaciones administrativas del Estado con los ciudadanos y a reprimir las conductas que vulneren los derechos reconocidos en la Constitución y posteriormente desarrollados legalmente.
Se ha venido discutiendo si le corresponde al Estado, a los filósofos o a la Religión explicitar no solo los derechos sino también las obligaciones de los ciudadanos en orden a facilitar la convivencia, lo que da lugar a conflictos regionales que no deberían producirse.
Por supuesto que las normas de comportamiento individual parecen estar presentes en la labor del legislador que no duda en castigar el homicidio, el robo o las falsas acusaciones defendiendo la presunción de inocencia. No está tan claro en el caso del cumplimiento de las penas dictadas por los jueces, pero no se cumple de ninguna manera el identificar los intereses comunes que justifican la existencia del Estado y los beneficios que obtienen los ciudadanos por renunciar a su libertad individual, lo que no quiere decir que no los haya. Tampoco se contempla lo que habría de ocurrir en el supuesto caso de que las Instituciones del Estado incumplan sus fines que son el bien común, es decir, el fomento de los intereses que hacen posible la misma existencia del Estado.
El respeto a las costumbres es también esencial para la redacción de las leyes. Aunque pueda parecer que son más o menos parecidas en todos los lugares o limitarse al folclore la realidad es que en ocasiones tienen gran trascendencia en temas como las herencias ó, más importante, el mismo concepto de "familia". En algunos lugares es costumbre repartirse el patrimonio de los padres fallecidos en partes iguales entre todos los hijos, mientras que en otros el hijo mayor se queda con la casa y los terrenos que la sustentan y reparte el dinero en efectivo y los enseres entre sus hermanos. En el concepto de familia entendemos, en los países latinos, aquél conjunto de ascendientes y descendientes de un linaje mientras que en los países sajones la familia se define como un grupo de personas emparentadas entre sí por el matrimonio e incluye a los padres y a sus hijos. Esta diferencia de concepto tiene trascendencia, por ejemplo, en el caso del fallecimiento de uno de los cónyuges sin haber tenido hijos ya que el patrimonio que le es atribuido debe quedar en poder de su familia (cónyuge superviviente o padres/hermanos, según el concepto que se aplique). También las propiedades obtenidas durante el matrimonio pueden tener distinta consideración en función de las costumbres ya que pueden ser atribuidas por partes iguales entre cada uno de los cónyuges o ser patrimonio exclusivo del que las adquirió.
 
LAS LEYES Y EL DERECHO
Para que puedan considerarse justas, las Leyes deben ajustarse a Derecho, entendido éste en su sentido etimológico:
"Del latín directus. Recto, igual, seguido, sin torcerse a un lado ni a otro. Justo, fundado, razonable, legítimo."
Para que pueda exigirse una conducta determinada a unos individuos dentro de un marco social es necesario que existan unas normas jurídicas que fundamenten dichas conductas. Estas normas son jurídicas cuando basan su exigibilidad en una actuación de la autoridad que las haga coactivas.
Las Leyes deben cumplir con los siguientes preceptos para ser considerada justas:
  1. El Derecho Natural que se basa en la creencia común en una serie de principios de justicia que tienen su origen en la naturaleza del hombre en cuanto ser racional, e indican de qué manera han de ordenarse las relaciones entre los hombres para cumplir los ideales de justicia. Un ejemplo: Los Diez Mandamientos.
  2. El Derecho Positivo que nace de la voluntad humana y se manifiesta en el razonamiento y, de ahí, a la ley escrita. Un ejemplo: "El Contrato Social" de Rousseau.
  3. Las Costumbres que son normas que tienen su origen en la práctica social. Representan una conducta reiterada, generalizada y uniforme dentro de un grupo social o un ámbito territorial determinado que es aceptada como una obligación jurídica por los miembros de la comunidad.
  4. Los Acuerdos multinacionales que estén de acuerdo con las anteriores premisas, como la citada Declaración Universal de los Derechos del Hombre que se ha decidido incorporar a todas las legislaciones mundiales.
Otra definición del Derecho Natural nos la proporciona Immanuel Kant (La Fundamentación de la metafísica de las costumbres – 1785) donde manifiesta:
"Con el objeto de saber lo que he de hacer para que mi querer sea moralmente bueno no necesito ir a buscar muy lejos una especial penetración. Inexperto en lo que se refiere al curso del mundo, incapaz de estar preparado para todos los sucesos que en él ocurren, me basta con preguntar: ¿puedes querer que tu máxima se convierta en ley universal? Si no, es una máxima reprobable, y no por algún perjuicio que pueda ocasionarte a ti o a algún otro, sino porque no puede incluirse como principio en una legislación universal posible. No obstante, la razón me impone un respeto inmediato por esta legislación universal cuyo fundamento no conozco aún ciertamente (algo que deberá indagar el filósofo), pero al menos comprendo que se trata de un valor que excede en mucho a cualquier otro que se aprecie por la inclinación, y que la necesidad de mis acciones por puro respeto a la ley práctica es lo que constituye el deber, ante el cual tiene que inclinarse cualquier otro fundamento determinante, puesto que es la condición de una voluntad buena en sí, cuyo valor está por encima de todo".
Determina que existen tres imperativos en los individuos :
·         Técnicos: De habilidad (Formación, regida por Reglas): El que quiere un fin quiere también (en cuanto que la razón tiene un decisivo influjo sobre sus acciones) el medio indispensablemente necesario para alcanzarlo si está en su poder. Esta proposición es, en lo que se refiere al querer mismo, analítica, pues en el querer un objeto como producto de mi acción está ya pensada mi causalidad como causa activa, es decir, el uso de los medios, y el imperativo extrae el concepto de las acciones necesarias para tal fin del concepto de un querer ese fin .
·         Pragmáticos: De felicidad (Sagacidad, regida por Consejos): Los imperativos de la sagacidad no pueden, hablando con rigor, mandar, esto es, exponer objetivamente ciertas acciones como necesarias prácticamente; que hay que considerarlos más bien como consejos (consilia) que como mandatos (praecepta) de la razón, y que el problema de determinar con seguridad y universalidad qué acción fomenta la felicidad de un ser racional es totalmente irresoluble, puesto que no es posible a este respecto un imperativo que mande en sentido estricto realizar lo que nos haga felices, porque la felicidad no es un ideal de la razón sino de la imaginación, que descansa en fundamentos meramente empíricos, de los cuales en vano se esperará que determinen una acción por la cual se alcance la totalidad —en realidad infinita— de consecuencias.
·         Morales: de la moralidad (regido por Leyes): pertenecientes a la conducta libre en general, es decir, a las costumbres. Cuando se dice no debes prometer falsamente y se admite que la necesidad de tal omisión no es un simple consejo encaminado a evitar un mal mayor, como sería si se dijese no debes prometer falsamente; no vayas a perder tu crédito al ser descubierto, sino que se afirma que una acción de esta especie tiene que considerarse mala en sí misma, entonces el imperativo de la prohibición es categórico. Por eso hemos de comprender, por el momento, que el imperativo categórico es el único que se expresa en una ley práctica, y que los demás imperativos pueden llamarse principios de la voluntad pero no leyes de la voluntad.
En el hipotético caso de que se dicten Leyes que no cumplan con estos preceptos, las mismas podrán ser reputadas como injustas y no será obligado su cumplimiento.
(Publicado originalmente en www.ramonllera.blogspot.com el 25/04/2012)

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