jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Hay alternativas?

Los ciudadanos españoles, ante el efecto demoledor que la actual crisis ejerce sobre su calidad de vida, se vuelven hacia los medios de comunicación tratando de descubrir algún mensaje de cualquier partido político que les infunda esperanza. Y su desesperación crece día a día al ver que los únicos mensajes que recibe son aquellos que explican lo mal que están las cosas, lo peor que se van a poner y la descarada corrupción existente en el sistema de poder en España desde la mismísima Casa Real hacia abajo, de forma que parece que todos aquellos que ostentan un mínimo poder están manchados por la sospecha.

Y lo primero de todo debemos afirmar bien alto y claro que, exclusivamente desde el punto de vista económico, existen claras alternativas a la política económica desarrollada por los sucesivos equipos ministeriales. Pero hablaremos de ésto en la próxima entrada de este Blog porque antes hay que recordar algunos principios conocidos y asumidos por todos los ciudadanos pero habitualmente olvidados por la clase política: debemos recordar la relación entre la oferta y la demanda y cómo se fija el precio de los productos porque es el abc de cualquier análisis con un mínimo de seriedad.

Empecemos poniendo un ejemplo de todos conocido: hay hoy mucha más demanda de teléfonos móviles que hace 20 años pese a los millones de terminales vendidos en España en este periodo. Es lógico porque hace 20 años no existían los teléfonos móviles tal y como hoy los entendemos. La explicación, pues, de este fenómeno está en que la propia oferta de un producto genera la demanda del mismo. "La oferta crea su propia demanda" es una forma habitual (y errónea) de definir la llamada "Ley de Say". Esta frase aparentemente inocua es la piedra angular que separa dos grandes escuelas económicas: la neo-clásica y la neo-keynesiana.

Algunos poco informados tienden a tomarla como cierta en la anterior expresión literal. En cambio, deberían reconocer que si la empresa "Olivetti" volviera a dedicar una planta a fabricar sus máquinas de escribir no debería esperar cabalmente que la demanda de las mismas sufriera un considerable incremento por ese mero hecho. Hoy en día tenemos suficientes ejemplos de industrias que cierran por falta de demanda para sus mercancías.

Incluso los más viejos recordamos los inicios de las TV privadas y un programa en Telecinco donde un grupo de señoritas con poca ropa cantaban aquello de "Cacao Maravillao" lo que dió origen a la demanda de tal cacao en los supermercados y algunos empresarios hábiles que intentaron etiquetar sus productos con tal nombre (no pudieron hacerlo por tenerlo registrado Telecinco).

Vemos, por tanto, que la oferta no genera especial demanda salvo cuando cumple los requisitos de satisfacer las necesidades de los compradores (sean éstas reales o de mero status).

En realidad el citado Say dijo que lo que cualquier empresario busca es cambiar los productos que fabrica por otro tipo de productos. (aquí podríamos señalar a los partidarios de la escuela austriaca algo que no tienen en cuenta: el dinero puede ser uno de estos productos).

Primera conclusión básica: Hay que producir las mercancías que demanda el mercado o debemos tener los medios suficientes para generar dicha demanda.

En cuanto a la fijación de los precios de nuestros productos tendemos a pensar que la fijación de los mismos se realiza en función de los costes de producción y transporte de los mismos y la aplicación sobre los mismos del beneficio deseado por el empresario más los impuestos que los gravan. De esta forma entendemos que la producción de mayores cantidades de los mismos se beneficia de una economía de escala y se refleja en el precio final.

Es correcta la reflexión, pero hay que aplicarla con mucho cuidado ya que es muy parcial. En realidad ya en 1925 un economista y brillante matemático llamado Piero Sraffa demostró en un libro plagado de fórmulas matemáticas titulado "Relación entre precios y cantidad producida" que la fijación del precio de cualquier mercancía se realiza en función del valor que los potenciales compradores adjudican a la misma y nunca en función del coste de la misma, lo que, si observamos bien, no invalida lo expuesto en el párrafo anterior sino que más bien lo complementa.

Es perfectamente visible incluso en los casos de monopolio, como podemos observar en los precios de las gasolinas en España. La empresa dominante, y el Gobierno que puede influir sobre ella, tiene que valorar los beneficios que obtendrá al imponer un determinado nivel de precios ya que de este nivel de precios va a depender directamente el total de combustible vendido. La fórmula es total de litros x beneficio por litro. Si baja el precio del litro venderá más litros y la propia empresa debe decidir cual es el precio a aplicar para obtener el máximo beneficio. El mismo cálculo debe realizar el Gobierno ya que la recaudación por el Impuesto de Hidrocarburos es significativa y su crecimiento o decrecimiento afectará considerablemente a los ingresos fiscales.

La segunda conclusión es la siguiente: "El precio de las mercancías debe ajustarse a aquél que están dispuestos a pagar los potenciales compradores".

Si una empresa no puede producir determinado bien o servicio de forma que pueda competir en el mercado en la relación calidad-precio y además ganar dinero está condenada a cerrar ya que no podría asumir eternamente las pérdidas generadas. El equipo encargado de velar por los intereses económicos del país, ante esta situación, puede optar por tres alternativas:

  1. Dejarla cerrar y tratar de recolocar a sus trabajadores enotra en empresa de la compeencia o en otro sector.
  2. Considerarla sistémica dentro de un sector estratégico para el país y asegurar su viabilidad mediante subvenciones directas y/o indirectas. Es el caso de todos conocido del sistema financiero español.
  3. Puede tratar de reducir sus costos facilitando su instalación en el Polígono Industrial adecuado, procurando que tambien lo hagan sus principales proveedores, puede mejorar el sistema de transporte de sus mercancías mejorando los medios ferroviarios que unen dicho Polígono Industrial con los puertos/aeropuertos de embarque para sus mercancías o con las fronteras por las que han de discurrir las mismas, puede mejorar la red de carreteras con los mismos fines, puede procurar que los costes energéticos tanto de la producción como los de la distribución sean menores o puede establecer programas de I+D en las distintas Universidades que después se cedan a dichas empresas.
En España, para nuestra desgracia, la política económica no se ha tratado como algo económico sino como algo política ("no me digas que no hay dinero para hacer política, Pedro"). Y, peor aún, una política basada en los idealismos vigentes a finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Recordemos que estamos casi a la mitad del primer tercio del XXI. Aplicamos políticas ideológicas con 100 años de retraso.

Cuando las cosas se empiezan a desmandar lo primero que se hace es lo económicamente incorrecto: se destinan recursos públicos a salvar empresas que no pueden ser consideradas estratégicas y se reducen de aquellas aplicaciones que podrían generar riqueza y una más rápida salida de la crisis.

Aún peor. En las recientes elecciones norteamericanas solicité al equipo de Barak Obama que me mantuvieran al tanto de la campaña. Todos los días recibía 3 o 4 SMS. Y casi en todos ellos me recordaba que la candidatura de Romney estaba financiada por diversos lobbys que, se supone, impondrían a cambio las leyes a aplicar por el mismo si fuera elegido. Obama se sentía orgulloso de financiar su campaña con aportaciones populares y me pedía que aportara un mínimo de 5 dólares.

Pues bien, en España todas las candidaturas a las elecciones están financidas por diversos lobbys, al frente de los cuales se encuentra la banca que les facilita préstamos que nunca devolverán. Es de suponer, por aplicación del mismo principio, que estos lobbys son quienes acaban imponiendo las políticas a aplicar por el gobierno salido de las urnas. De hecho actualmente estamos viviendo una situación donde se incumplen sistemáticamente las principales afirmaciones que en materia económica se incluían en el programa electoral.

Hasta aquí son datos que en mi opinión son incuestionable. Los hechos son los que son y no los que nos gustaría que fueran. No pongo en duda que con la actual política económica acabaremos saliendo de la crisis, pero creo que los ricos saldrán más ricos y los pobres infinitamente más pobres. Volveremos a ver no solo proletarios, sino tambien lumpem.

En la próxima entrada expondré la alternativa que existe en mi opinión. Posiblemente habrá muchas personas que no la compartan por diversos motivos. A todos ellos mis respetos y mi petición de que aporten su alternativa ya que cuantas más se formulen más fácil encontrar la salida.

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